miércoles, junio 23, 2010

El Vampire Slayer que era bachiller

Que venga aquí alguien a decirme a mí que la prueba de Selectividad lo que hace es elevar la media del bachillerato. Que venga, y le saludaré con una soga y un sable. Señores, gracias a Selectividad mi preciosa media ha bajado 0,31 puntos.
"Vaya, no es para tanto", pensarán algunos, "Pues sí que estás hoy quisquilloso", dirán otros, "Déjanos en paz y cállate", será la opinión extendida, pero no permito que un profesorzuelo de filosofía cualquiera, que se habrá sacado la carrera por la vía monetaria, y que por esa u otras vías de similar calaña se ha metido a corrector de Selectividad, me diga que mi examen era para un 8,5. Me escandaliza y me aterra. Mi cuasiperfecta -modestia aparte- exposición de la Teoría del Conocimiento platónica, mi interpretación de sus palabras acerca de la dialéctica y mi retrospectiva histórica sobre la influencia de Platón en el saber humano, construida con prosa precisa pero sencilla, merece algo más que un 8,5. Esa ha sido una estocada. Se me ha corregido a mala leche, estoy seguro, olvidando toda humildad en este punto.
En fin, la intensidad de mi pasajero enfado con el mundo es sólo comparable con la satisfacción que siento pro haber acabado el bachillerato y superado la PAU. Que baje ahora Dios del cielo y destruya el mundo si quiere, que yo ya estoy satisfecho. Por ahora. Y el año que viene, dejaré este asqueroso poblacho en el que habito, así que pienso despreciarlo todo lo que pueda en los tres meses que me quedan en él. Entre tanto, voy a disfrutar de la paz que brinda la libertad...

lunes, junio 21, 2010

El fetichista que era Vampire Slayer

Me encanta la canción de Muse "Neutron star collision". De hecho me gusta cualquier canción de Muse. Pero odio la prostitución twilightera que conlleva la canción susodicha. Porque, aceptémoslo, Twilight tuvo su época, al menos para mí, pero ya es hora de reconocer ante mí mismo y ante el mundo lo que llevo pensando desde hace exactamente aproximadamente un año/año y medio: la saga crepúsculo es una bazofia total y absoluta. Cumplió con su cometido -entretener-, pero ningún otro mérito puede achacársele. Creo firmemente que es el mayor sienta-tópicos de mi generación, además de fuente inagotable de insoportables productos vampíricos oportunistas cuya calidad brilla por su ausencia (notabilísima excepción la de True Blood), en consonancia con la calidad artística de la obra primigenia. Porque, leyendo Crepúsculo, ¿dónde demonios Cristo está la creatividad exuberante que, sin ninguna vergüenza puedo atribuir a Harry Potter? ¿dónde está la profundidad filosófica de Lestat de Lioncourt? ¿el poderío clásico del Drácula original?
¿Y la parte romántica? ¿Es que se trata de coger la genialidad de Jane Austen, rodearla de vampiros absurdos -que pueden salir a la luz del día- (someone kill me Stephenie, please)  y rebajarla a una mera historia de "complicado amor" digna del más tonto folletín telenovelesco?
En fin, si hay un vasto tropel de adolescentes de agudos gritos y por cuyas venas discurre una disolución saturada de hormonas decidido a llenar las salas de cine  con sus agradabilísimos desgañitamientos, por mi, perfecto, pero yo no voy a gastar mi dinero en ver una mala película acompañada de un coro de sirenas en el patíbulo. Prefiero quedarme en casa, con mi Conrad, mi Lorca, mi Fassbinder o mi Altman, y hacer como que Crepúsulo no existe.

PD: He conseguido crear una entrada no-filosófica. Me merezco un premio. Cuanto menos, una palmada en la espalda.

viernes, junio 18, 2010

El vidente que era fetichista


CORTINAS Y BALDOSAS

Entonces apagó la radio. La apagó porque le molestaba. Las voces se habían tornado en monstruos de fondo, que invadían los ecos lejanos de rugidos y sonidos inhumanos. El ruido parecía proceder del interior mismo de la vida, de las entrañas profundas del mundo, que, invirtiendo el papel de las sirenas, trataban de asustarle para que huyera lejos. Un cigarrillo encendido había aparecido espontáneamente entre sus dedos, liberando una columna de humo blanco que ocasionalmente se retorcía y plegaba, como en su mente se retorcía y plegaba la torturada y truculenta idea de que el cosmos no le precisaba, que el orden del mundo le despreciaba. Entonces apagó la radio. Y se levantó de la cama, abandonando las sábanas completamente empapadas de su sudor salino.
Nunca había fumado, ni siquiera tenía tabaco en casa, así que tiró el cigarrillo a través de la ventana abierta, que proporcionaba una leve brisa a cuyo son se mecían los blancuzcos corti-najes. Los blancuzcos, sedosos cortinajes. Se envolvió en ellos sin pensarlo, como acto impulsivo del instinto, y en su enfermizo descenso a la locura fetichista sufrió una catarsis en la que creyó estar enamorado del tejido traslúcido al que se amarraba y con el que frotaba su cuerpo. Era una inédita sensación de apego por algo mundano , un ancla que lo unía al mundo que momentos atrás había tratado de ahuyentarlo, y también un desarraigo de su propia esencia.
Las cortinas se amoldaban al calor y forma de su figura de mármol griego, acariciaban su pe-cho, sus hombros, su espalda, su sexo, pero sobre todo, acariciaban lo que ningún otro ser humano podía acariciar: su alma. Así permaneció, arrastrando su dignidad en el tejido de unas cortinas mientras el demiurgo observaba con desazón cómo la más preciada de sus obras, la regia lógica del equilibrio, era totalmente desenmascarada por aquel hombre enfermizo como una farsa, un velo que oculta la belleza del caos y que, mecido caprichoso por las pasiones, como las aleteantes cortinas lo eran por el viento, permitía entrever ocasionalmente la llama interior.
Contempló con sus orbes vítreos aquello que se extendía más allá del remanso amoroso de la tela traslúcida, detrás de la barrera invisible que establecía el marco de la ventana, y encontró una luz amarillenta, artificiosa, que alumbraba impía el camino del hombre. Luciérnagas eléc-tricas pendientes de hilos metálicos que surgían de los costados de la vía: no eran más que perversiones de la razón, un molde imperativo del que estaba a salvo en el refugio vaporoso de su amante. Soplaba el viento. Soplaba intenso, como movido por la maquinaria del mundo, y arremolinaba los faldumentos níveos que rodeaban al pobre iluso.
Por fin, el viento consiguió arrancarlo de su perturbada ensoñación platónica, cuando en una estocada traicionera elevó las cortinas hasta rozar el techo y el hombre se quedó, otra vez, desnudo, avergonzado, fuera del Edén. Tras su experiencia mística, el mayor cambio que apreciaba en su cuerpo era una desértica sequedad en el páramo cuproso de su lengua, y el remedio lo encontró encerrado en cristal, sobre la mesilla en que la radio, apagada, se veía incapaz de reproducir los ecos rudos de la Tierra. El escaso líquido amarillento que quedaba en la botella quemó su lengua, su garganta, pero eliminó el regusto metálico de una mala noche. Encendió uno de esos espontáneos cigarrillos e hizo amago de vestirse, pero algo convulso y pulsante en su interior le hizo traspasar el umbral de la habitación exhibiendo su pletórica desnudez.
El hombre recorrió el pasillo, notando cómo cada vez que apoyaba su peso, una corriente invisible de calor se perdía para siempre en el helado tacto de las baldosas. Pero aun disipando en cada movimiento por aquel túnel cerámico parte del ardor de su vivir, no experimentaba ningún avance al vacío, no faltaba carbón en su caldera. Había en él fuerza, sí, pero no motor. Al mirar cara a cara al mundo, ningún sentimiento azuzaba su devenir, era como perder el sentido de la estética, quitarse los anteojos de rosa y ver que las baldosas amarillas conducían a un fraude. Y ahora estaba perdido, y lo que es peor: sin zapatos rojos.

Fragmento inicial del relato "Lo que alumbra el camino"

jueves, junio 10, 2010

El tomador de apuntes profesional que era vidente

Si ya lo decían los epicúreos, mis amigos los filósofos del jardín. Es absurdo temer el futuro porque vaya a llegar infaliblemente o porque no llegue nunca, pues ni depende totalmente de nosotros ni nos es de todo ajeno. Racionalmente, no admite discusión alguna. Pero no debemos olvidar que el futuro es un absurdo, es algo incognoscible, un concepto que basamos en la creencia en la uniformidad. De modo que, visceralmente, es natural que el futuro nos de miedo, porque nuestro ser racional no puede manejarlo como tal, pero al mismo tiempo, empleando la razón podemos concluir que la existencia de un futuro no depende en gran parte de nosotros, y no somos responsables de lo que ocurra o no ocurra en él, de modo que, ese miedo visceral, basado en la inefabilidad racional prueba la ineficiencia de la pura razón. Yo digo: "tengo miedo, lo acepto". Y entonces el miedo deja de ser una fuerza atenazante para convertirse en una fuerza vital motriz. Porque el miedo se basa en lo desconocido, tiene su inicio en la mente, y a su vez la mente lo niega, pues ésta es la máxima expresión de lo antinatural aún surgiendo de lo natural. El ser humano se cree especial por su consciencia-autoconsciencia pseudolibre, y valora más la mente que la víscera. Es ahí donde yerra, porque ambas son la misma cosa, y aunque es necesario distinguirlas , se debe tomar ambas en su justa medida, y sólo de ese modo el hombre llegará a ocupar su puesto natural, alcanzará su propia naturaleza y disfrutará el más alto grado de libertad: la libertad que no está en conflicto con la realidad, la libertad real o natural.
Lo desconocido, que motiva el miedo, la diferencia, ya lo he dicho anteriormente, es la base de la evolución, de la realización y la autorrealización, y si la belleza del mundo es el motor de la existencia racional, el miedo es el motor del devenir natural en máximo grado de perfección.
Y así es como la mente, que nace de la víscera, se reconcilia con ella y acepta "soy natural con potencial libre".

En serio, estoy loco. Qué bien, ¿no?

viernes, junio 04, 2010

El amante que era tomador de apuntes profesional


DAVID HUME Y EL PROBLEMA DE LA REALIDAD
 
Uno puede estar absolutamente seguro de la realidad del presente porque tenemos impresiones de él, y tampoco se puede dudar del pasado, pues guardamos de él ideas que provienen de la impresión. Sin embargo, del futuro nada podría aventurarse dado que no tenemos de él impresiones ni mucho menos recuerdos. Pero el ser humano parece tener una cierta certeza acerca de algunos sucesos aún por llegar, entonces, ¿es posible predecir fenómenos futuros?
Todo razonamiento sobre cuestiones de hecho parece basado en la relación causa-efecto, relación que conocemos por experiencia. El efecto es totalmente distinto de la causa, y no hay nada en los conceptos de causa y efecto que los relacione directamente para que podamos afirmar desde la evidencia que el primero es causa del segundo. Asignamos, entonces, la relación causa-efecto por semejanza: el ser humano infiere que en situaciones semejantes se darán los mismos fenómenos.
Esta inferencia, en definitiva, termina por presuponer que el futuro será igual que el pasado, lo cual es un enunciado completamente indemostrable. Así que, no es la razón la que nos induce a creer esto, sino la costumbre, que entonces se constituye como guía de la vida humana, es la que incita la creencia de que va a repetirse el mismo acontecimiento en situaciones semejantes, y esa creencia es un sentimiento particular que se acompaña de una asociación de ideas que funciona como principio regulador de nuestras acciones. Dicha creencia puede ser extremadamente probable, pero está basada en un hábito, y por ello es algo meramente psicológico.
David Hume y el Empirismo, Maravillosos apuntes de filosofía.

Si algún alma solitaria se pregunta por el motivo por el cual he decidido mostrar al mundo lo que hago en clase de filosofía, la razón es que he sentido unas ganas repentinas de quitarme el sombrero al leer estos párrafos...

miércoles, junio 02, 2010

El urbanita que era un amante

Here I am, dying of love. ¿Y no lo estamos muchos? Esa desazón que causa la ausencia del/de los otro/s fragmentos del alma de los que habla Platón. Qué poético el platonismo, qué sentimental. No concibo qué puede ser más nocivo para las ganas de vivir o para la felicidad que la falta de apetito cognoscitivo. Y no concibo qué puede ser más hiriente para el apetito cognoscitivo que la falta de amor. La mayor parte de la gente malinterpretará la última frase dándole un significado popular (y bastante poco elegante y demasiado romántico) en lugar de la profundidad que encierra esa sentencia.
Ahora, cuando hablo de amor, me refiero al más puro apego físico y mental por las cosas y por otras entidades físico-mentales. Es absolutamente necesario para el alma amar la belleza del mundo, que está en todas partes, y es en definitiva lo que mantiene a los seres humanos, con nuestra cuasilibertad, consciencia plena y autoconsciencia en la senda de la vida. Es absolutamente necesario desde el punto de vista natural y fisiológico para un ser humano común compartir su vida con otros seres humanos en sociedad, y más aún tener un apoyo más cercano sobre el que construir parte de los cimientos de sus ganas de vivir (he aquí lo que el común llama amor). Es naturalmente necesario, pero también lo es desde el punto de vista psicológico. Aventuro que nuestra necesidad mental de amor (empezaré a llamarlo así en lugar de "cercana compartición de la vida y punto de escape de necesidades físicas y mentales, reason for living etcétera") es una especie de "contagio" de nuestra necesidad física de tal cercanía. Podría llegar a llamarse ilusión de la mente, pero ¿quién dice que las ilusiones no son reales? Lo son en la medida en que la mente consciente las acepta, y la necesidad de amor está plenamente aceptada por la consciencia, conque postularía finalmente que el amor tiene una dimensión física y una dimensión  psicológica que surge por sugestión a partir de la primera. Y nosotros, pobres humanos que en nuestro inmenso orgullo otorgamos mayor valor a lo mental que a lo natural, podríamos concluir que el amor es tan infinitamente importante en nuestras vidas porque llega hasta el punto de afectar a nuestra consciencia. ¿Falacia, tautología, suprema estupidez, sinsentido propio de una mente inferior y absurda pero ampliamente narcisista? Muy probablemente...