Miro al suelo fijamente, sin ver, meditando acerca de nada,
oyendo el tictac del minimalista reloj de pared rojo, incrustado a mi espalda
en una blanca extensión vertical vacía de todo menos del tiempo.
Vacía de todo menos del tiempo. Como todo.
Me levanto. No estoy deprimido, hace tiempo que no lo estoy,
aunque, por supuesto, esa criatura hostil y petulante, pagada de sí misma,
irracional y sin motivaciones verdaderas sigue acechándome desde las esquinas.
Cada vez que me giro, allí está, la veo de reojo, con esas espantosas zarpas
negruzcas capaces de insertarse en mi pecho causando más estragos que la propia
muerte.
Camino lenta y pesadamente, porque no sé dónde ir. Cuando
alcanzo el pasillo, me saluda el siniestro perchero, siempre lleno de
personajes imaginarios. Está el Hombre de la Lluvia, con su paraguas y la
gabardina, la Mujer Estrafalaria, que gusta siempre de vestir abrigos largos de lana tejidos con un dudoso sentido
de la estética, el Dandi y su americana
de tweed, que nadie ha usado realmente, pero allí sigue, viendo pasar el
tiempo. Y sobre todo, está la Sombra. La Sombra que nunca te esperas pero con
la que indefectiblemente te topas. ¿Saldrá del perchero esta vez y me
apuñalará?
Me planteo un escenario hipotético: si morir fuese tan
sencillo como presionar un botón e instantáneamente cesar de existir, ¿quedaría
gente en el mundo o no? Concluyo que probablemente yo ya no estaría. La
Criatura que Habita en las Esquinas me habría obligado, es ladina y solo quiere
que nos consumamos.
¿Pero por qué esa criatura me acecha? ¿Por qué nos acecha? A
veces, la gente cree que es ella pero en realidad la confunden con otro. La confunden
con su reflejo. Pero yo no me confundo, yo la veo. Y no es fácil verla, ni
tampoco agradable. Requiere largas y truculentas horas de reflexiones
infructuosas, de callejones sin salida, noches insomnes y horas perdidas por el
deber más puro y correcto, el que más se opone a ti y lo que más odias en el
mundo. Y entonces, la veo. Y si la ves una vez no te abandona nunca. Por eso me acecha.
A pesar de todo, creo que es peor no verla. Si la ves es
porque has hecho un gran esfuerzo. Y ese gran esfuerzo tiene también sus
grandes recompensas. Es curioso, pero no podría vivir sin verla aunque a veces
me fuerce a dejar de vivir. Por suerte o por desgracia carezco de la valentía
necesaria para hacerle caso. Pero si fuese cosa de presionar un botón, quizás
ya lo habría hecho.
Y es por eso que me sentiría decepcionado si quedase gente
en el mundo. El Hombre de la Lluvia y la Mujer Estrafalaria, la Sombra y el
Dandi, ¿se borrarían si la criatura les acechara? ¿Te borrarías tú?