martes, abril 20, 2010

El gato que era filósofo

Al hilo de una entrada en el blog de Natalia, me dio por reflexionar acerca del sentido de la vida. Empiezo la entrada con una frase potente, si señor, porque reflexionar sobre el citado tema no es ninguna futesa, aunque algún ignorante energúmeno extremista (porque para mí todo lo que no sea racional, comprensivo y conciliador es extremista) opinará que es una pérdida de tiempo absurda. Lo cierto es que me avergüenza reconocer que un día estuve en ese grupo social. En fin, dejamos de divagar.

Yo no digo si la vida tiene sentido o no, es decir yo ahí no me meto. Y no me meto porque entiendo que la necesidad de encontrar un sentido a la vida o un modo de vivirla (y reflexionar sobre estos conceptos, darles vueltas hasta la náusea) es una mera "invención", un efecto colateral de la consciencia racional humana.

El ser humano, por un lado y por ser un ente vivo de la naturaleza posee una serie de "prejuicios instintivos", de moldes en su mente que son muy útiles para el pensamiento concreto de la realidad inmediata pero cuya superación es la que nos da matices más interesantes y de mayor jerarquía en la escala del conocimiento: la ciencia, el arte... Todo ello proviene de la superación de nuestra condición natural para convertirnos en seres en los que predomina la razón, el alma, como quieras llamarlo.

Y esto me lleva a que por otro lado, además de esos modelos naturales de la mente, que podría decirse que poseen todos los seres vivos -con mayor o menor complejidad- puesto que son necesarios para sobrevivir y que están basados en la búsqueda de equilibrio de la naturaleza, el ser humano goza de un mayor nivel de complejidad en la consciencia y en la autoconsciencia, es decir, disfruta de algo que se acerca mucho al concepto de absoluta libertad. Eso es lo que le diferencia del resto de seres. Es más complejo, un nuevo escalón, pero es un error considerarlo esencialmente distinto al resto de los animales (un error fruto de la soberbia, dicho sea de paso).

Y por tener esa libertad y la capacidad de entender que la tiene es que el ser humano se pregunta por qué la posee, es decir, se pregunta por el sentido de su vida.
Así pues, la pregunta por el sentido de la vida es algo natural, en cierto modo inevitable para todo aquel que no comprenda que así es, y la única forma de avanzar en el escalafón del saber para ascender a un nuevo nivel de conocimiento, un nivel más global (que es la forma de alcanzar la comprensión, irse liberando progresivamente de los prejuicios naturales abarcando cada vez una mirada más amplia, pero empezando siempre por lo más sencillo) es aceptarse como ser humano, entender la naturaleza humana y aceptar a su vez la vida en sí misma, como un fin, no como un medio.

No sé si es un error empezar con una entrada tan densa y seguramente sin sentido alguno, pero bueno, hoy me he puesto filosófico y me apetecía escribir. Así que, si no habéis sido capaces de leer la entrada, no importa, los tiempos ligeros llegarán.

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