lunes, marzo 14, 2011

El psicólogo (y un poco fanático) que se quedó sin palabras

Bah, ya no sé ni de qué hablar. Se me ha acabado la filosofía o algo, y ya no encuentro con qué rellenar mis divagaciones literarias. Así que intentaré hablar de lo primero que me venga a la mente.
Matemáticas.
(En este punto, más de la mitad de mi audiencia fantasmal abandona sin escrúpulos el auditorio)
Mucho se han despreciado las matemáticas, especialmente en estos últimos tiempos que corren, aunque también es cierto que mucho se les ha amado. Amar las matemáticas es como amar al mundo transmutado en un lenguaje totalmente preciso y perfecto que no admite negación. Es decir, las matemáticas son Dios.
Si, lean bien lo que digo, si hay algo parecido a dios en el universo, son las matemáticas. Hasta Descartes, el gran dudador, tuvo problemas para dudar de las matemáticas, y al final recurrió a un argumento que si bien es válido por no poder ser probada su falsedad (así como tampoco su verdad), yo lo me lo cargo de un plumazo y devuelvo a las matemáticas su reconfortante estatus de indubitabilidad. Porque por mucho genio maligno que nos confunda, si no podemos conocer la hipotética Verdad Auténtica, carece de propósito que nos cuestionemos por ella. Total, que yo me quedo a gusto con el engaño del susodicho y malvado genio.

Decía que mucho se desprecian hoy en día las matemáticas. ¿Por qué? ¿Por qué algo tan perfecto puede ser despreciado, odiado, calumniado? En mi aquí-nunca-humilde opinión, si se odian las matemáticas, es porque realmente no se entiende su abstracta y elevada esencia. De hecho, el concepto que se tiene y que se enseña de las matemáticas es totalmente inadecuado y, a todas luces, si, aburrido.
¿Qué hacen las matemáticas?¿Cuál es su propósito? El motivo de esta bellísima disciplina no es "hacer sumas y restas" o "dividir doce caramelos entre seis niños". Las matemáticas son un conseguido intento de la mente humana para traducir el mundo en una sintaxis axiomática que las estructuras lógicas más básicas sean capaces de entender. Nociones como el producto, la potenciación, la división y la proporción, tienen un sentido intrínseco en la naturaleza. El lenguaje matemático es la máxima simplificación del mundo.
Más allá de estas operaciones simples, nos encontramos con procesos de equilibrio (el proceso fundamental del universo) que son perfectamente definibles mediante ecuaciones matemáticas más sofisticadas. Y no me voy a quedar sin poner un ejemplo como...
¡¡Las ecuaciones Lotka-Volterra!!

Esta pareja de ecuaciones hermanas describe sin titubeos un modelo de variación del número de individuos de dos poblaciones relacionadas de un cazador y una presa. Básicamente, en la ecuación de la presa se establece que la tasa de variación de individuos es directamente proporcional al número de individuos (crecimiento exponencial) menos el número de encuentros con depredadores, que está expresado como el producto del número de presas por el número de depredadores.

En la ecuación del depredador, el crecimiento de la población viene dado por el producto del número de presas por el número de depredadores (el aumento de depredadores depende del aumento de presas) menos la muerte exponencial de presas por causas naturales.
Así, cuantas más presas haya, más depredadores podrá haber, pero cuantos más depredadores aparezcan, más se diezmará el número de presas, lo cual hará disminuir al número de depredadores, hecho que hace aumentar el número de presas, etc, etc, etc.
¿¿¡NO ES HERMOSO!??

En fin, basta de esquizofrenia por hoy. Así que el psicólogo un poco fanático se quedó sin palabras y se pasó a los números...

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